lunes, 24 de febrero de 2014

MI LACTANCIA (II)

Ya conté AQUÍ lo difícil que fue iniciar la lactancia con osezno, pero mi tozudez pudo más.

Osezno mamaba despacio. Muuuuy despacio. Terriblemente despacio. ¿Lo imaginas? No, más despacio aún. Todavía ahora, siempre es el último en terminar el plato.
Por si no fuera suficiente, se distraía distrae con cualquier estímulo. Conclusión: pegado a la teta TODO el día.

Comía con un niño en la teta, iba al baño con un niño en la teta, para vestirme o ducharme tenía que dejarlo llorando y enseguida a la teta.
Yo que al principio era muy pudorosa terminé aceptando que mi cuerpo era de dominio público.
Recuerdo mis amigos (así, con O) nerviosos sin saber donde posar la mirada mientras osezno se soltaba, les miraba, les sonreía, les llamaba con ruiditos y yo intentaba sin éxito tapar el pezón erecto y húmedo que se balanceaba delante de su cara
Recuerdo las viejas del barrio mirándome asqueadas y sus murmullos de reprobación.
Recuerdo horas y horas de maceración, alguna estría y muy poco descanso.

Hubo muchos momentos en los que estuve a punto de tirar la toalla. Lo único que me hizo resistir fueron las dificultades del inicio. Nos ha costado mucho como para renunciar ahora, me repetía. Y aguanté. Hasta que llegó el momento en que la lactancia cambió. Se transformó en una cosa fácil, agradable, compartida. 
Encontramos nuestro punto.

A los 4 meses.

Justo cuando acaba la baja de maternidad en este país.

Yo tuve la gran suerte de poder alargarla hasta los 6 meses, pero recuerdo pensar. ¿Y las que se esforzaron como yo y nunca llegaron a lo bueno? ¿nos hemos vuelto todos locos?

Regresé al trabajo, combiné LM con alimentos sólidos. Jamás di un biberón y osezno lactó hasta los 2 años, cuando decidió regalarle la teta a osito, que no puede comer macarrones y yo sí.

Desde mi experiencia sólo puedo decir:
Fue duro, sí.
Pero valió la pena.








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